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Origenes del Reiki


¿De dónde proviene el Reiki?
En realidad no existe una historia oficial sobre el descubridor de Reiki, pero esta es la leyenda más conocida, a pesar de que algunas investigaciones recientes nos recuerdan que no es más que una leyenda…
Mikao Usui era director de un seminario cristiano en Kyoto, Japón (otras fuentes aventuran que enseñaba en la Universidad cristiana de Doshisha). Un día, algunos de sus alumnos le preguntaron por qué nunca habían oído hablar acerca de los métodos de sanación utilizados por Jesucristo ni habían conocido a ninguno de sus seguidores que los hubiera llevado a la práctica (al parecer, en alusión a la frase de Jesús: “el que crea en Mí, realizará las obras que yo hago y aún las hará más grandes”).
Dado que no le resultó posible contestar esas preguntas, el Dr. Usui, educado en un contexto en el que el honor obliga al maestro a solventar las dudas de sus discípulos, decidió renunciar a su cargo y estudiar el cristianismo en un país que profesara esta fe hasta encontrar las respuestas.
Su viaje lo llevo hasta Estados Unidos, donde asistió a la universidad de Chicago y se graduó como doctor en teología. Sin embargo, no conseguía encontrar una respuesta satisfactoria en las escrituras cristianas a sus interrogantes y, al no hallarlas tampoco en las escrituras chinas, viajó al norte de India donde se dedicó al estudio de los textos sagrados.
Tiempo después regresó a Japón, y en un monasterio descubrió en viejos sutras budistas algunos símbolos y fórmulas sánscritas que parecían contener las respuestas que tanto anhelaba.
En esos días vivía en un monasterio de Kyoto y se dirigió a la montaña sagrada de Kuriyama, situada a unos 25 Km. de distancia. Allí intentó ayunar y meditar en soledad durante 21 días con la esperanza de establecer contacto con el nivel de conciencia de los signos sánscritos que había recogido y así determinar la verdad de sus contenidos.
Al llegar a la montaña, colocó frente a él veintiún pequeñas piedras a las que utilizó como una especie de calendario mediante la eliminación de una por cada jornada transcurrida. Durante este período, se dedicó a releer los sutras, cantar y meditar.
No sucedió nada hasta el amanecer del último día. Estaba todavía bastante oscuro cuando vio una luz intensa que se dirigía hacia él a gran velocidad. La esfera de luz se tornó más y más intensa hasta que finalmente le penetró entre las cejas, por el tercer ojo.
El Dr. Usui pensó que iba a morir cuando de pronto percibió millones de pequeñas burbujas de todos los colores del arco iris, una inmensa luz blanca y frente a él descubrió los conocidos símbolos de Reiki. Todos quedaron grabados en su interior de forma indeleble.
Ese fue el nacimiento del sistema Usui de Reiki que conocemos en la actualidad.
Cuando regresó a su estado de conciencia habitual se sintió lleno de fuerza y energía y comenzó a descender de la montaña. Sin embargo se lastimó un pie. Lo tomó en sus manos durante algunos minutos y el dolor desapareció. Ese fue el primer milagro.
Dado que tenía hambre se detuvo en una posada del camino y pidió un abundante desayuno. El posadero le aconsejó no ingerir tanta comida después de un ayuno tan prolongado pero el Dr. Usui pudo comer todo sin la menor consecuencia. Esta acción se convirtió en el segundo milagro.
A la par, la hija del posadero sufría desde hacía días un intenso dolor de muelas. El Dr. Usui aplicó sus manos sobre el rostro hinchado y de inmediato ella se sintió mejor. Esta sanación fue considerada como un tercer milagro.
El Dr. Usui regresó a su monasterio donde se encontró al abad postrado en la cama con una fuerte artritis, y también lo curó mediante la imposición de manos. Después de unos días decidió partir hacia la Ciudad de los Mendigos -en el suburbio de Kyoto- para ayudarles a mejorar sus condiciones de vida. Permaneció siete años con ellos, trabajando en un asilo y tratando muchas enfermedades. No obstante, un día advirtió que no cesaban de regresar los mismos pacientes. Ante su pregunta de cuál era la razón por la que no habían iniciado una nueva vida, la respuesta unánime era que trabajar resultaba problemático y que por lo tanto era mejor seguir mendigando.
El Dr. Usui se sintió profundamente apenado. Reconoció que en sus sanaciones había olvidado algo importante: enseñar gratitud a los mendigos. Durante los días siguientes, reflexionó sobre las reglas máximas de Reiki (todas las personas tratadas deben pedir su propio tratamiento y todo tratamiento debe ir acompañado de una contrapartida) así como sobre los Cinco Principios Reiki:

Poco después abandonó el asilo y regresó a Kyoto desde donde se dedicó plenamente a difundir Reiki hasta su fallecimiento, fechado en 1930.
Uno de los más cercanos colaboradores del Dr. Usui, el Dr. Chijiro Hayashi, ocupó su lugar, convirtiéndose en el segundo Gran Maestro de Reiki. Hasta el año 1940, dirigió una clínica privada de Tokio donde se trataban casos excepcionalmente graves mediante aplicaciones constantes de Reiki. Los efectos de la Segunda Guerra Mundial y la muerte del Dr. Hayashi (el 10 de mayo de 1941) pusieron punto final a esta obra.
La hawaiana Hawayo Takata pasó a ser la sucesora del Dr. Hayashi. En 1935 esta mujer, hija de padres japoneses aunque ciudadana estadounidense, sufría serios problemas de salud. Una voz interna le advirtió que viajara a Japón y allí buscase la solución a su grave deterioro físico.
Ya en Japón y a punto de ser intervenida quirúrgicamente, la voz le habló de nuevo asegurándole que la intervención resultaba innecesaria. Ante este hecho, preguntó a su médico sobre otras alternativas de curación y él le aconsejó visitar la clínica Reiki del Dr. Hayashi. Una vez allí, recibió Reiki a diario y tras varios meses de tratamiento recuperó completamente la salud.
Hawayo Takata fue discípula del Dr. Hayashi durante un año y después volvió a Hawai. El Dr. Hayashi la habilitó como Maestra Reiki cuando visitó Hawai en 1938. A su muerte en 1941, ella le sucedió como Gran Maestra. Mantuvo su residencia en Hawai, donde realizó sanaciones durante décadas, pero no inició a los primeros maestros de Reiki hasta cumplidos los 70 años.
El 11 de diciembre de 1980 Hawayo Takata falleció, dejando más de 20 maestros diseminados entre Estados Unidos, Canadá y Europa.

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